Ayer volví a sentir ese #DOLOR en mi hombro, ese que parece paralizar todo mi brazo derecho. Hacía mucho que no me pasaba… un año y cinco meses. Ayer sentí el #MIEDO a volver a revivir esa situación…
Tuve dolor de hombro durante tres años. En ese periodo de tiempo, visité a diversos especialistas, pero ninguno parecía saber darme una solución y, a mí, cada día me dolía más…
Me decían que había aguantado demasiado y que probablemente mi dolor pasó a tener un apellido: DOLOR CRÓNICO.
Aguanté… porque tenía que seguir trabajando, porque tenía que seguir con mi vida, porque según parecía en las pruebas de imagen, mi lesión no era para tanto.
Pero a mí me dolía
Analgésicos diarios, semana tras semana. Falta de sueño, fatiga, depresión, desesperación.
Y poco a poco, mi brazo se volvió inútil, rígido, un lastre.
Odiaba a mi brazo
Desde el cuello hasta la mano.
Finalmente encontré un médico que lo vio claro; me dijo que la única solución era operarme porque era necesario aumentar el espacio por donde pasaban los tendones de ciertos músculos de la región del hombro que habían quedado atrapados. Un desastre…
¿Por qué me había ocurrido esto a mí?
Este médico también me advirtió de que cualquier otra terapia sería inútil, y que acabaría por operarme, pero yo aún quise hacer caso del consejo de una conocida y probé con la #fisioterapia.
El médico tuvo razón… ¡NO MEJORÉ!
Corrientes, calor, ultrasonidos y un folio con un protocolo de ejercicios, a cuál más doloroso…
Estaba perdida, confusa, y, sin embargo, decidí jugar mi última baza. Y es que alguien me dijo: “En la mutua no te van a solucionar nada, ve pagando que es otra historia”.
Me pareció lamentable, pero, antes que pasar por quirófano, prefería gastarme algunos ahorros y entonces acudí de nuevo a un centro de fisioterapia…
Fue en ese momento cuando todo empezó a cambiar: Por primera vez, me sentí atendida, comprendida, no me dijeron la frase de siempre “has aguantado demasiado”; por primera vez, no me sentí culpable de mi #dolor.
De todos modos, tuvieron que derivarme de nuevo al médico especialista: mi dolor era muy intenso, demasiado.
Tuve que desplazarme a otra ciudad, tuve que cargar de nuevo con los costes, pero quise confiar en que esta vez había encontrado el camino.
Y aunque parezca increíble, ese traumatólogo coincidió con la opinión del fisioterapeuta: La solución no era la cirugía, el doctor también concordó: Se debía reducir el dolor para empezar a mover progresivamente, y “sin miedo”, ese hombro.
¿Sin miedo?
Me parecía absurdo, pero era verdad, tenía miedo a vivir siempre con ese #dolor.
Curiosamente, el diagnóstico médico cambió, pasé a tener un “hombro congelado”. Me explicaron que lo #adormecerían para que pudiera, cuanto antes, iniciar la rehabilitación, así que, tras una infiltración con analgésicos, me puse en las manos del fisioterapeuta.
Realicé un total de 10 sesiones, durante unas 10 semanas y SÍ, RECUPERÉ LA FUNCIÓN DE MI ODIADO BRAZO.
Cada vez que regresaba a la consulta, me quedaba perpleja ante mis propios progresos. Si soy sincera, debo reconocer que no dejé nunca de tener dudas acerca de mi dolor: ¿Volvería tras el efecto del analgésico? ¿Realmente esos ejercicios eran adecuados para mis tendones lesionados? ¿Para descongelar mi hombro? Aun así, no olvidé nunca hacer todos “los deberes” que me prescribían.
En mi última visita al médico, éste desestimó infiltrarme de nuevo…
¡Esto ha ido muy bien!
No te preocupes por tus tendones #degenerados, solo sufren cambios evolutivos por los mismos motivos que surgen las canas en el pelo…
Pues bien, parecía que mi vida continuaba; el fisioterapeuta también se despidió: sigue las pautas indicadas y no dejes de moverte. Vuelve a bailar, sé que te gusta…
Y así lo hice. Ha pasado un año y cinco meses desde que dejé la fisioterapia, tras tres largos años sufriendo dolor de hombro. Mi movilidad es completa y no me siento limitada a realizar ninguna actividad: Bailo, corro, voy a clases de yoga y disfruto de dedicarme mi tiempo en exclusiva.
Volviendo al inicio:
Hoy he vuelto a sentir ese #DOLOR, hoy he sentido #MIEDO. Pero esta vez sé que es normal asustarme; viví una experiencia muy desagradable y la recuerdo. Siempre va a formar parte de mi pasado. El dolor de hombro que tengo hoy pasaría inadvertido si no fuese porque uno parecido me acompañó durante un largo tiempo.
Yo creía que nunca dejaría de dolerme, y no fue así. No voy a alarmarme. He hablado con mi fisioterapeuta y vamos a tratarlo debidamente desde un buen principio. La verdad es que ya estoy más tranquila, es cierto, hoy me duele menos que ayer…
¿De qué hablamos cuando nos referimos a un “Hombro congelado” #FrozenShoulder?
El “hombro congelado” supone un proceso de dolor largo e “incomprendido”
Parece pues que la articulación se queda “atrapada” y no encuentra el modo de escapar de la restricción. Se trata de un rompecabezas no solo para quien lo padece sino también para los profesionales que intervienen durante el proceso de rehabilitación.
La capsulitis adhesiva es su término más formal
Esta enfermedad se caracteriza por causar una restricción dolorosa y severa de la movilidad activa y pasiva; que comúnmente es asociada a otras enfermedades metabólicas, alteraciones traumáticas o a periodos de inmovilización. El motivo de la limitación de movimiento se asocia a una fibrosis progresiva que concluye en una adhesión de la cápsula articular glenohumeral (1,2).
Esta patología es más común en mujeres y existe mayor incidencia en personas de entre 45 y 65 años (3)
Las técnicas de fisioterapia más recomendables y respaldadas a nivel científico para el tratamiento del dolor y la recuperación del movimiento articular y la funcionalidad, son las movilizaciones articulares junto con la realización de ejercicios específicos (3)
Por otro lado, las infiltraciones con corticoesteroides estarán recomendadas en las fases iniciales para la reducción del dolor severo (2,3)
Los modelos de estudio científico actuales incorporan el rol integral del sistema nervioso central (SNC) en la experiencia del #dolor (4) , por lo que deberían replantearse muchas de las conclusiones extraídas en estudios previos. Debe pues considerarse que una capsulitis adhesiva no solo ocurra por una limitación física (estructural) al movimiento, sino por una limitación de la función neurológica.
Un aspecto fundamental para lograr el éxito del tratamiento es contar con la implicación personal del paciente, por lo tanto, será necesario que éste comprenda la neurofisiología del dolor (2-4)
En el caso clínico relatado, la paciente aceptó que debía dejar de tener miedo a mover el hombro, que era necesario evitar una “actitud motora” de protección (restricción del movimiento) y que debía recuperar paulatinamente el movimiento perdido progresivamente sin superar el umbral del dolor.
1. Neviaser AS, Hannafin JA. Adhesive Capsulitis. Am J Sports Med. 2010 Nov 28;38(11):2346–56.
2. Kelley M, Shaffer MA, Kuhn JE, et al. Shoulder pain and mobility deficits: Adhesive capsulitis. Clinical practice guidelines linked to the international classification of functioning, disability, and health from the Orthopaedic Section of the American Physical
Therapy Association. J Orthop Sports Phys Ther. 2013;43(5): A1–A28 3. Jain TK, Sharma NK. The effectiveness of physiotherapeutic interventions in treatment of frozen shoulder/adhesive capsulitis: a systematic review. J Back Musculoskelet Rehabil. 2014;27(3):247–273.
4. Littlewood C, Malliaras P, Bateman M, Stace R, May S, Walters S. The central nervous system–an additional consideration in ‘rotator cuff tendinopathy’ and a potential basis for understanding response to loaded therapeutic exercise. Man Ther. 2013
Dec;18(6):468–72.
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