Gracias a los fármacos antirretrovirales y a los programas de detección precoz de la infección, las personas con VIH en nuestro entorno son en la actualidad enfermos crónicos con una larga expectativa de vida. Los tratamientos actuales, aunque no eliminan el virus, logran bloquear su replicación, son sencillos de tomar y su toxicidad es muy baja.
Sin embargo, esta mejoría en la esperanza de vida y en el pronóstico a largo plazo de la infección va paralelo al envejecimiento.
La experiencia de dolor en estos pacientes va cambiando a medida que se desarrollan otras comorbilidades relacionadas con la edad y con el propio VIH. Y es bien conocido que el dolor es la segunda causa más frecuente de sus consulta ambulatorias.